viernes, 24 de diciembre de 2010
No, luego no.
Me alimenté, tuve que respirar casi por obligación, crucé la frontera de voces desconocidas que me parecían conocidas, gaste el salario de mis abuelos, pues dormí en paz 2 meses seguidos. Retrocedí de nivel, y me fugué. Llegué al desierto cansado y estaba parado ahí, junto al sol, estrechados por la amargura del viaje inhospitable.
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