Había una vez un colchón de aire que hospedaba el cuerpo de una persona. Un día el colchón se murió de pena y se desinfló. Su alma de aire ahora se desintegraba en el décimo-cuarto piso de un edificio residencial. Ahora la persona duerme en el piso y está perdiendo el alma como su colchón desalmado. Una persona ya no es persona y un colchón ya no es colchón, no son nada juntos ni separados. El sol entró por la ventana, saludó el vacío, y aplaudió, riéndose aplaudió. Con sus ardientes manos aplaudió y el vacío quemó.
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