sábado, 17 de septiembre de 2011

Acontecimiento. La historia de los zancudos.

En su vecindario la fiesta seguía emanando alegría y cánticos dueños, al parecer, de un karaoke casero. Las voces dejaban traslucir sus tonos de alcohol, desafinados. ¿Pero qué pasaría por la mente de cada uno de esos humanos, con vasos de variadas cepas, dispuestos a vaciar?, ¿qué haría a un grupo de chicas adolescentes, tomar la decisión de suicidarse juntas?, sin embargo, las risas no cesaban.

En la ventana, frente a la escalera de caracol, el alumbrado público aún iluminaba las calles ausentes entre la niebla nocturna. Ella observaba el exterior apartando la fría cortina con su mejilla, lucía cansada, pero le daba pereza dormir. Mirando profundamente, sus ojos llamaban, gritaban, y se desgarraban ante la naturaleza aplastada por el abrazador cemento, que erguía sus nuevos cimientos de inmensurable hipoteca.
La música retumbaba en sus oídos, y le parecía verdaderamente estúpido que pusieran música romántica en una fiesta. Mientras escuchaba las dolorosas penas de amor, su atención se desviaba, escapando de esa realidad enrarecida.

Temía que la picase un zancudo y decidió meterse a la cama, y para pasar el rato se durmió, o cerró los ojos.  Imaginó un canal con agua cristalina de flujo lento, la tierra musgosa de alrededor, vestida de cenizas, húmedas, exhalaban un olor a carbón, a moho y a muerte. La serpiente intentaba hallar sangre, piel o quizás huesos, pero no había nada, su interminable búsqueda había fracasado, infructífera.
Decidió despertar, quería tirarse un peo de forma consiente y pronto bajo las sábanas se percibía un olor a paté, inconfundible, el mismo que había ocupado para hacerse unas tostadas en la mañana. ¡Qué raro!, exclamó para sí, esbozando esa risa perturbadora, típica de ella.

Hubo una pausa en la casa del vecino, le parecía más susceptible el silencio que el ruido. Deseó que reprodujeran Hip-Hop, tenía ganas de escuchar ese ritmo sensual, que tanto le gustaba, esas letras aceleradas, amenazantes, inspiradas de las calles, de los mafiosos, de la marginalidad. Sin embargo, no tuvo suerte y aún no lograba entender por qué esas canciones, tan románticas y depresivas, eran entonadas con tanto fervor.

Aunque su filosofía era no intentar desesperada-mente responder preguntas que ella misma se hacía, de todas formas, igual formulaba preguntas, pero sin el objetivo fatal de llegar a la respuesta certera, si es que existiese o no. La mayoría de las veces, sólo se maravillaba por el hecho de saber tan poco.

Esta vez se durmió de verdad, irregularmente tuvo un sueño profundo, nítido. Un zancudo la perseguía dentro de cuatro paredes blancas, pero ella también era un zancudo, y ambos tenían espadas, (aunque le hubiese gustado haber poseído una Katana), pero su contrincante, además tenía un hermoso caballo, como en la edad medieval, y pensó que era su oportunidad de asesinarlo, pero su enemigo era muy ágil. y en cambio, ella era una zancudo obesa y luego quiso ir al nutricionista, olvidando que estaba entre cuatro paredes que se alzaban imponentes como el muro de Berlín.
Tras meditar, su táctica funcionó, utilizando su masa corporal aplastó al zancudo galopante que se reía con las antenas y disfruto la escena de asfixia, el caballo lloraba ante la falta de oxígeno.
Despertó a las 3 de la tarde del día siguiente, gracias a su despertador del día domingo. 
Se arrepintió de haberse perdido el amanecer dominical sobre el océano atlántico. 

No tenía ganas de pasar por las mismas desventuras de la noche anterior y anotó en la nevera una cita con el nutricionista Hernández.


1 comentario:

cassia dijo...

la cagó, me encantó, no podiía para de leer. entre paréntesis: son las 4 de la mañana y estoy en la clínica, qué rico!! un sábado!.
ILY-
Maiciña

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