lunes, 19 de septiembre de 2011

almohada

23 kilómetros al sur de tu hogar, descendí por un pasaje oscuro.
Tiraron una piedra al azar. Me rosó la oreja, pude escucharla, cayo bailando al suelo rocoso.
Tras respirar con calma, seguí avanzando tras las huellas de los dinosaurios. Me detuve, a mi alrededor se enfilaban muros que superaban los 7 metros, calculé. Ambos se erguían tímidos, lanzando su pereza de vigilia al viento oceánico. Ese viento no murmuraba nada, su presencia anunciaba que existía, eso era lo único que bastaba. Creo.

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