jueves, 2 de febrero de 2012

La historia de los zancudos. (Edición arreglada y alargada)


En su vecindario la fiesta seguía emanando alegría y cánticos dueños, al parecer, de un karaoke casero. Las voces dejaban traslucir sus tonos de alcohol, desafinados. ¿Pero qué pasaría por la mente de cada uno de esos humanos, con vasos de variadas cepas, dispuestos a vaciar?, ¿qué haría a un grupo de chicas adolescentes, tomar la decisión de suicidarse juntas?, sin embargo, las risas no cesaban.

En la ventana, frente a la escalera de caracol, el alumbrado público aún iluminaba las calles ausentes entre la niebla nocturna. Ella observaba el exterior apartando la fría cortina con su mejilla, lucía cansada, pero le daba pereza dormir. Mirando profundamente, sus ojos llamaban, gritaban, y se desgarraban ante la naturaleza aplastada por el abrazador cemento, que erguía sus nuevos cimientos de inmensurable hipoteca.
La música retumbaba en sus oídos, y le parecía verdaderamente estúpido que pusieran música romántica en una fiesta. Mientras escuchaba las dolorosas penas de amor, su atención se desviaba, escapando de esa realidad enrarecida.

Temía que la picase un zancudo y decidió meterse a la cama, y para pasar el rato se durmió, o cerró los ojos.  Imaginó una canal con agua cristalina de flujo lento, la tierra musgosa de alrededor, vestida de cenizas, húmedas, exhalaban un olor a carbón, a moho y a muerte. La serpiente intentaba hallar sangre, piel o quizás huesos, pero no había nada, su interminable búsqueda había fracasado, infructífera.
Decidió despertar, quería tirarse un peo de forma consciente y pronto bajo las sábanas se percibía un olor a paté, inconfundible, el mismo que había ocupado para hacerse unas tostadas en la mañana. ¡Qué raro!, exclamó para sí, esbozando esa risa perturbadora, típica de ella.

Hubo una pausa en la casa del vecino, le parecía más susceptible el silencio que el ruido. Deseó que reprodujeran Hip-Hop, tenía ganas de escuchar ese ritmo sensual, que tanto le gustaba, esas letras aceleradas, amenazantes, inspiradas de las calles, de los mafiosos, de la marginalidad y del crack artesanal. Sin embargo, no tuvo suerte y aún no lograba entender por qué esas canciones, tan románticas y depresivas, eran entonadas con tanto fervor.

Aunque su filosofía era no intentar desesperada-mente responder preguntas que ella misma se hacía, de todas formas, igual formulaba preguntas, pero sin el objetivo fatal de llegar a la respuesta certera, si es que existiese o no. La mayoría de las veces, sólo se maravillaba por el hecho de saber tan poco.

Esta vez se durmió de verdad, irregularmente tuvo un sueño profundo, nítido. Un zancudo la perseguía dentro de cuatro paredes blancas, pero ella también era un zancudo, y ambos tenían espadas, (aunque le hubiese gustado haber poseído una Katana), pero su contrincante, además, tenía un hermoso caballo, como en la edad medieval, y pensó en un instante de intuición, que era su oportunidad de asesinarlo, pero su enemigo era muy ágil. y en cambio, ella era una zancudo obesa, ella mismo lo sabía, pesaba cerca de 143 kilógramos,(mucho para un zancudo en cuerpo de humano). Necesitaba ir al nutricionista, esto era lo que pensaba mientras tanto olvidaba que estaba entre cuatro paredes que se alzaban imponentes como el muro de Berlín. 
Tras meditar, su táctica funcionó, utilizando su masa corporal aplastó al zancudo galopante que se reía con las antenas y disfrutó la escena de asfixia, el caballo gemía ante la falta de oxígeno. El caballo necesitaba respirar para que el mundo no se acabara. El caballo empezaba a sollozar, y el silencio críptico termino devorándose las entrañas de un caballo triste, muerto, cegado por la luna llena. 

Despertó a las 3 de la tarde del día siguiente, gracias a su despertador del día domingo. 
Se arrepintió de haberse perdido el amanecer dominical sobre el océano atlántico. 

No tenía ganas de pasar por las mismas desventuras de la noche anterior. Tras un sorbo de té suspiró profundamente y anotó en la nevera una cita con el nutricionista Hernández. Sin embargo, luego de abrir ésta, un montón de chocolates, golosinas y dulces empezaron a desmoronarse y a sumergir lentamente a Dominga en un caos inquietante. Casi asfixiada, sin aliento, con pataleos y sofocada por la multitud de comida que ahora formaba una colina de múltiples colores, Dominga se dejo dormir nuevamente.
 Los letreros de neón, atiborrados de publicidad distraían su mente, ofreciendo noches de sexo inolvidables. Le llamó la atención uno en particular, perturbador como ninguno, éste mostraba los senos de una hermosa mujer bañados en sangre. Un impulso desconocido la hizo ingresar al pobre local escondido en un callejón mugriento.  Algunos mendigos balbuceaban frases inentendibles. Solo alcanzo a percibir la enigmática palabra “mundo”.  se preguntaba por un caballo lejano que le hablaba del fin del mundo, ¿qué querían decir con esa palabra?, siempre, desde pequeña había escuchado esa palabra, pero nunca supo cual era su real significado. Una vez dentro del local, fue atendida por una quinceañera esquelética de una dentadura hermosa, jamás vista en la Tierra. Luego de una banal conversación, la muchacha le sugirió la especialidad de la casa, vodka con extracto de zanahoria. Dominga no paraba de reflexionar, de pronto el caballo se había transformado en una encrucijada existencial, ¿de verdad lo había matado?, ¿quién era ese caballo que despertaba sus recuerdos?, ¿Qué había pasado con el mundo entonces?, y ahora, ¿qué hacía ella bebiendo alcohol en un lugar desconocido?... La zanahoria le otorgaba un gusto dionisiaco a sus pensamientos.
 ¿Quién era ella?, ¿Qué era el mundo?
La niña de dientes grandes la interrumpió:
-Hola, le traje otro trago, ¿ve aquella puerta rota, al fondo de ese pasillo?, es el baño. Nunca habíamos visto a un cliente con tanta sed, aunque usted parece muy sobria. ¿No es así?
-No sé. Intento recordar el sol
-¿qué es eso?
-Así se llamaba nuestra estrella. ¿Usted no sabe qué es el sol?
-Ni idea. Oiga, no sea testaruda, usted…, usted es…
-Soy terrícola.
-Usted es el mundo.
-¿Disculpe?, ¿qué dice?
-No se haga la tonta, no lo esconda más. Los caballos si hablan.
-Usted está demente, llega acá y me empieza a hablar cosas que no le incumben. Un momento,- prosiguió como si despertase de repente por un portazo-, ¿qué dijo sobre el mundo?
-Que el mundo es usted, ¿no se ha dado cuenta?
-Hace tiempo, hace horas, que he estado pensando sobre el mundo, la razón por la cual entré a este lugar, es porque el mundo que solía conocer me lo ha robado un caballo, un miserable caballo que no existe. El peligro que se esfumó con el viento, consistía en respirar, y yo no permití que ese estúpido caballo montado en un zancudo respirara, por eso estoy donde estoy. Me lo han advertido.
-Las bombas de allá afuera, partículas de isotopos mega-energéticas, no son nada.
-La muerte
-Exacto. 

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