viernes, 11 de febrero de 2011

Trenes, hambre.

Ella fumaba con aire despreocupado, asumo que moría de hambre, tenía unas piernas tan largas, sinuosas y delgadas que parecían que se quebrarían con una brisa, sentada a la deriva de los carriles del tren, envuelta en el humo, la nicotina, y el viento que le ondeaba el pelo. Sostuvo larga la mirada en la amiga que regresaba de hacer pis detrás de unas rocas, por alguna razón no se acordaba de su nombre, la había conocido la noche anterior en un bar, se había emborrachado y entre bromas e historias la había llevado en su viaje, no era su intención que se quedara con ella para siempre, pero ese tema no le iba ni le venía. Bastaba con hablar y asunto resuelto.
- ¿Terminaste?
-No, ¿no ves que sigo haciendo pipí mientras camino con estos pantalones indecentes?
-Tranquila. Oye ¿qué tal si corremos un rato?, llevamos mucho tiempo caminando y no quiero ver como anochece por aquí, este es un lugar peligroso.
-¿Peligroso?, ¿tienes miedo?, ¿que nos pueden hacer?
-Bueno aparte de violarnos y posteriormente asesinarnos, no se me ocurre.
-Tienes razón, corramos un rato, me muero de frío.
Habían unos niños pobres al costado que se las quedaron mirando cuando corrían el par de mujeres. Se miraron a los ojos y no pudieron aguantar las carcajadas.
"De que te ríes pendejo" gritó la mujer más gordita, (la amiga sin nombre)
El niño no dudó en decirle que parecía una bola obesa a punto de explotar. Y así fue. La mujer de piernas largas también soltó la risa. Era de esperar. 
Llegaron a eso de las 10 de la noche a la estación de trenes principal. Estaba atiborrado de gente que miraba a estas dos mujeres con mal aspecto de arriba para abajo. Las dos exhalaban alcohol fuerte y estas, sin importarles caminaban con paso suelto entre la multitud. Alcanzaron a ver el espectáculo que se montaba en la estación. Avanzaron y llegaron a la zona residencial. Con el poco dinero que llevaban eligieron una pieza medio escondida al fondo de un callejón. Una señora les otorgó las llaves. No demoraron mucho en elegirla pues era la más barata y la más limpia. Entre comillas, cabe señalar.
Rendidas y agonizando de hambre se quedaron contemplando la muchedumbre pasar, como si estuvieran esperando algo. Buscaban ideas. Pronto la amiga roncaba y la mujer de piernas largas seguía observando la ciudad, pero esta vez con un cuchillo en la mano. Miraba de reojo a su amiga. Estaba segura, tenía mucha hambre. Que más da, se pregunto, mientras respiraba velozmente, que más da.  

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