martes, 15 de febrero de 2011

Sangras y luego sonríes

Lo tenía decidido, Martita tenía pensado bajar en bicicleta desde la loma donde vivía, como de costumbre habían muchos envoltorios y basuras que por alguna razón, con la cabeza casi en blanco, Marta no dudaba en aplastarlos con la rueda delantera de su bici. Como era de esperar el lago ofrecía un lindo día, pero Marta no estaba para tonterías, su mejor amigo se había ido, tenía una novia, iba a ser padre, y la vida le brindaba un cambio drástico. Marta sola tiro la bici a la orilla del lago, se quitó la ropa y desnuda en un santiamén yacía flotando en el agua boca arriba, contemplando el cielo, se preguntaba cuantos satélites, pedazos de metal giraban en torno al planeta. dentro de sus pensamientos no había algo muy bueno que rescatar, a lo lejos se percato de que la observaban. Una figura a lo lejos larga y misteriosa, escondida entre las rocas y el viento parecía interesarse por aquella solitaria muchacha desnuda. Preocupada Marta se sumergió en el agua, estaba muy fría, como ella. Contó los segundos (segundos según ella), llegó al número 89 y salió a la superficie lentamente. De reojo miró donde se encontraba aquel hombre, ya no estaba, con extrañeza Marta salió del agua, se vistió rápidamente y con la ropa mojada, húmeda, adherida a su piel se subió nuevamente a la bicicleta. Echó a andar, por un momento se olvidó de aquel hombre.<< ¿Quién sería? ¿lo conocía? ¿era del pueblo?>>. Marta abrió la puerta trasera y tras comprobar que su abuela estaba dormida, se metió a la ducha con cuidado de no despertarla. Sintió un ruido. Era fuerte.
- ¿Quién anda ahí?, -¿Abuela?
Pero nadie contestaba.
Asustada con la toalla medio apretada a su cintura, abandonó la ducha.
Su abuela había desaparecido
-¿ Qué diablos ?
- Lela !!. Gritó con voz tiritona.
Se atrevió a mirar por la ventana. Estaba aquel Hombre justa al frente. Cerró la cortina en un impulso abrumador, sus latidos cobraron una frecuencia tan veloz como la luz.
- ¿ Qué quieres ?, se atrevió a gritar angustiada.
- No había respuesta.
Espero unos instantes y volvió a mirar por un pequeño orificio de un centímetro. Ese hombre descuidado, tenía como 50 años, calculó. Tenía el ceño fruncido. ¿Estaba enojado ?. Ella nunca lo había visto en su vida. Psicópata, se dijo ella para sí.
Estaba sudando, como tonta, alzo la vista, pero ahora se pudo percatar de la mascara. decidió enfrentarlo y salió al exterior con una fuerte actitud. El viejo seguía ahí parado frente al ventanal.
- ¡Hey!, grito Marta, la chora. El hombre la dirigió una mirada cansada.  -¿Que quieres?
- Ahhhhhhhhhh...
El hombre se desmayo. Quien lo imaginaría, era la voz de su abuela.
¿Abuela?, se pregunto la mujer. Corrió, y le saco la mascara poco creíble. La sangre manchó y pinto completamente el cuello de su arrugada abuela. Era ella.

- ¡ Abuela !, ¿ qué has hecho?. Pero la abuela no respondía. La llevo arrastrándola, casi levantándola. Era muy liviana.  Marta no podía hacer nada al respecto, una vez cuando chica, había pasado lo mismo.
Su abuela no se había tomado las pastillas, por ende, sucedió lo que sucedió. Ya se despertaría. LO único que no comprendía era de donde diablos había sacado ese disfraz tan barato, que por susto ella se lo creyó.
Cuando despertó, casi a carcajadas la abuela se río de ella en su cara, era una actitud  muy infantil. Marta le devolvió una merecida cachetada. Pasaron la noche riéndose de la situación. Marta comprendió que le quedaba una amiga en este mundo. Pero ¿por cuanto tiempo más? ...





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